Ebrio de amargura y vagos recuerdos,
Frío, el carruaje de las orquídeas rijo,
Derecho a la corriente del vasto día,
Quebrajado en la soledad y el delirio.
Gélido a mi oración devota flamante
Hurto el afecto del camino muerto.
Todavía desnudo y lánguido; ecos agrios,
Y una dama solitaria y sin cuna.
Iré, vació de amor, de la mano tapisca,
Hambriento, hastiado y fresco, repentino,
Reposado en los regazos de las nubes pesadas
Señoras cándidas y sagaces como leonas tercas.
Tirita en la confusión mi llanto de recuerdos
Terco henchido de vivas y oscuras noches,
Indiviso roto y hecho mi alma del dolor el dueño
Y malditas lágrimas yaciendo en mí.
Secas encima, mediocres las horas amenas,
Que en mi alma y cuerpo preñas quedaron.