Estaba sin estar, allí estaba y no parecía; desde su balcón, su sonrisa y ella alcanzaban a mi espejuelo, estaba desnuda, y también, también descalza me miró, y asimismo me miraba, con sus vistas rasgadas y suspiró, a través de los agujeros que el pasado en ella rotos dejó, la contemplaba, y en ella apreciaba, todo de ella, y a ella también: sus senos de savias idas, y las flores de su jardín; como la amaba y la amé, todavía la amo, pero donde ella se encuentra no sé. Soy un demente que no sabe que es espacio o tiempo, vida o muerte, sin embargo sé que un día, nada he de ver, más cuando llegué aquel, la veré a ella, no a mí, y estará desnuda, mas esta vez, no descalza.